sábado, 23 de agosto de 2008

Las Ofrendas cristianas

Con este título, presentamos la primera parte de un estudio sobre un tema muy discutido, y no siempre bien entendido, de la pluma de Antoni Mendoza i Miralles. Escrito originalmente en catalán, ofrecemos aquí la traducción castellana.

Introducción

Es nuestro deseo a través de estas páginas identificar las pautas que el Nuevo Testamento nos da en relación a las Ofrendas, para conducirnos en este asunto conforme a las directrices de Dios, de manera particular y como iglesias locales.
La verdad revelada en el Nuevo Testamento está edificada sobre la verdad revelada en el Antiguo Testamento; por ello no podemos entrar a considerar las directrices del Nuevo Testamento y la práctica de la iglesia apostólica, sin considerar las directrices y prácticas que se dieron en el Antiguo Testamento. Es cierto que no estamos bajo la Ley, sino bajo la Gracia, y también es cierto que muchas de las directrices dadas en aquel tiempo ya no son aplicables en la actualidad; con todo los principios que encontramos en el Antiguo Testamento se mantienen a través del tiempo, y la revelación que Dios hace de sus propósitos generales forma parte de una revelación que es progresiva.

Las ofrendas en el Antiguo Testamento
Cuando hablamos del Antiguo Testamento hemos de recordar que incluye diferentes tratos de Dios con el hombre, o dispensaciones, que se rigen bajo los principios revelados en cada momento por Dios. Especialmente hemos de distinguir, en relación a este tema, como fueron las cosas hasta la promulgación de la Ley, y una vez esta fue dada por Dios a través de Moisés. Con ello evitaremos, o al menos haremos lo posible para ello, el error de interpretar ciertos hechos a la luz de una revelación, y consecuente responsabilidad, que son posteriores en el tiempo.

Las Ofrendas antes de la Ley
La primera mención de la palabra "ofrenda"
La primera vez que encontramos la palabras "ofrenda" en la Biblia es en el capítulo 4 del libro del Génesis (Gé 4:1-8), y en relación a un acto que llevaron a término Caín y Abel, hijos de Adam y Eva. Caín y Abel fueron engendrados fuera del huerto de Edén, bajo el estigma del pecado, después de haber pecado sus padres contra Dios, y ser expulsados por ello del huerto de Edén.
La palabra hebrea que se usa aquí es mincha, que viene de una raíz que tiene el sentido de repartir. Significa don, tributo, ofrenda, presente, oblación o sacrificio. Está palabra, se usa en la Ley para identificar únicamente a las ofrendas que no eran de sangre, pero antes de que fuera dada la Ley en Sinaí era un término inclusivo, como vemos en el hecho de que la misma palabra se utiliza para identificar tanto la ofrenda de Caín, que era de los frutos de la tierra, como la de Abel, que era de las ovejas.
La ofrenda-mincha se usa tanto para hablar de la ofrenda que un hombre ofrecía a Dios, como de la ofrenda que un hombre ofrecía a otro hombre, como vemos en Génesis 32:13, donde Jacob la ofrece a Esaú.
Para entender el significado que la ofrenda-mincha tenía antes de la Ley nos puede ser muy útil fijarnos atentamente en el capítulo 32 del Génesis, donde la palabra es utilizada para hablar de la ofrenda que Jacob presentó a su hermano Esaú, cuando regreso a casa después de haber huido a Harán, escapando de su hermano que lo quería matar.
Cuando Jacob se aproximaba a la tierra de Seir, al campo de Edom, donde residía su hermano, se encomendó en oración a Dios recordándole la promesa de protección que la había dado cuando le ordenó regresar (32:9-12). Al día siguiente resuelve preparar un "presente", una ofrenda-mincha, que ayude a aplacar el enfado de su hermano (32:13 y siguientes). Era un obsequio, un regalo, no para ser sacrificado, sino para ser recibido como tal. Pero éste obsequio asume un significado más profundo debido a lo que Jacob manda decir a sus sirvientes cuando estos se encuentren con Esaú.
Los textos que hemos de considerar son los siguientes:
  • "Presente es de tu siervo Jacob, que envía a mi señor Esaú…" (32:18).
  • "He aquí tu siervo Jacob…" (32:20).
  • "El hallar gracia en los ojos de mi señor…" (33:8).
  • "Mi señor…" (33:13).
  • "Pase ahora mi señor delante de su siervo…" (33:14).
Jacob le había dicho lo mismo cuando le envió los primeros mensajeros, estando él aún en Mahanaim: “Así diréis a mi señor Esaú: Así dice tu siervo Jacob…” (Gn 32:4).
Lo que los siervos de Jacob deben decir a Esaú evidencia claramente varias cosas:
(1) Jacob se presenta repetidamente como "siervo", aquel que está al servicio de otro superior a él.
(2) Jacob identifica claramente quien es el señor al cual sirve, al llamar a su hermano Esaú "señor" repetidamente, y aplicándole el pronombre posesivo "mi".
(3) El presente no es un obsequio entre iguales, sino que es el medio a través del cual Jacob reconoce que su persona, y todo lo que es y tiene no le pertenecen, le pertenecen a su hermano. Aquellos animales que ofrece a Esaú eran "sus animales", que había ganado con “su trabajo” en Harán, y aquella multitud de hombres, mujeres y niños estaban bajo “su autoridad”. Nadie puede dar nada lo que primero no posee.
Aquí la ofrenda de Jacob a Esaú nos presenta un acto voluntario mediante el cual un hombre se reconoce como siervo de otro, al que identifica como su señor, y lo ejemplifica mediante la entre de una parte de lo que es suyo, como muestra que le está entregando el todo.
Volvamos a nuestro texto, en el capítulo 4 del Génesis, con la luz que nos ha proporcionado el relato de la ofrenda-mincha de Jacob a Esaú.
La primera cosa que hemos de destacar es que Caín y Abel, a través del acto de ofrendar a Dios, reconocían que ellos eran siervos de otro, y que el Señor al cual servían no era otro que Jehová. Y que mejor manera de hacerlo patente era a través de la ofrenda de aquello que les era propio, como producto del propio trabajo y esfuerzo. Caín era labrador, y lo que tenía era lo que producía la tierra por su trabajo; por ello ofrecer a Dios "de los frutos de la tierra". Abel era pastor de ovejas, y el producto de su trabajo eran sus animales engordados y sus crías; por ello ofrece a Dios "de los primogénitos de sus ovejas, y de su grosura". No entraremos en el debate sobre si ambos hermanos debían haber presentado una ofrenda de sangre o no, únicamente indicamos que la palabra que se usa aquí para ofrenda más adelante únicamente se utilizaría para hacer referencia a las ofrendas que no eran de sangre.
Des del primer momento se evidencia la importancia de la correspondencia entre forma y contenido, la coherencia entre el acto externo y la realidad interna. Caín fue el primero en traer una ofrenda a Dios, según el texto, pero parece que se conformó con llevar a término el acto formal sin la correspondiente realidad interior. Seguramente Adán y Eva habían enseñado a sus hijos el principio de la ofrendas. Abel presentó su ofrenda después que su hermano, pero Abel mantuvo la correspondencia del acto externo con la realidad interna. Eso lo inferimos en base a la descripción que las Escrituras nos dan de ambas ofrendas. La ofrenda de Caín fue "del fruto de la tierra", sin más, pero la de Abel fue "de los primogénitos de sus ovejas, y de su grosura". Estas palabras y el agrado de Dios por la ofrenda de Abel, y el desagrado por la de Caín evidencia lo que había en el interior de ambos hermanos. Abel consideró un privilegio ser siervo de Dios, por eso seleccionó lo bueno y mejor del resultado de su trabajo para ofrecerlo a Aquel que reconoce como el Señor de su vida y posesiones; Caín sencillamente acepta el hecho, al menos formalmente, por eso “cumple” tomando de lo que le ha producido la tierra, para llevar a término un acto externo de sumisión.
Seguramente las ofrendas de Caín y Abel se realizaron en la época de la cosecha, el mejor momento para reconocer el señorío de Jehová sobre ellos y sus posesiones; y mostrar también con ello agradecimiento por lo que había recibido de Dios.
Qué principios generales podemos extraer de esta primera mención de la palabra ofrenda en la Biblia, y de la práctica aquí reflejada?
  • El primero es que el hecho de ofrendar a Dios es un acto que se remonta al principio de la existencia del hombre caído sobre la tierra.
  • El segundo, que la ofrenda es un acto público de sumisión, de humillación, de reconocimiento que uno es siervo y no señor, de la propia vida y de los propios bienes.
  • El tercero, que la ofrenda es un acto público de reconocimiento de Dios como nuestro único Señor, nuestro soberano, y que a él le pertenece lo que somos y tenemos, sin exclusión.
  • El cuarto, que dicho reconocimiento tiene momentos precisos en los que debe expresarse: en el momento que recibimos cualquier bien; pero que ello no excluye cualquier otro momento.
  • El quinto, que el acto externo tiene que ser expresión de una realidad interna, no debe realizarse de cualquier manera, de otra manera no enfrentamos a la desaprobación de Dios
  • El sexto, que la ofrenda debe expresarse con lo bueno y mejor, no con cualquier cosa, y menos con lo que no queremos.
El primer acto con el que comienza la vida en la tierra tras el Diluvio
La segunda mención en la Biblia sobre un acto de ofrenda a Dios, lo encontramos al final del capítulo 8 del Génesis (8:20-22). La palabra utilizada es diferente de la del capítulo 4; y también la terminología es más específica, parecida a la que después se usa en la Ley.
Los hechos que aquí se describen acontecieron después que Dios castigó la tierra con un Diluvio universal que acabó con todas las personas y animales terrestres, reptiles y aves, exceptuando aquellos que estaban dentro del arca con Noé. Ese acto se llevó a cabo sólo poner Noé el pie sobre la tierra nuevamente emerjida del agua.
Lo primero que hizo Noé una vez han salido todos del arca, fue levantar un altar y ofrecer un holocausto sobre él, como un acto de gratitud, pero también de reconocimiento a Dios. Noé con este acto estaba indicando que él y su casa eran siervos y no señores de si mismos, ni todas las otras cosas creadas que salieron del arca. También identifica y reconoce a Dios como el Señor, el soberano de todos ellos.
La ofrenda es la presentación a Dios de parte de sus siervos de aquello que es ya de Dios, y un reconocimiento público de sumisión al señorío de Dios.
El altar, y el sacrificio realizado sobre él, identificará a los creyentes a través de las edades. Recordemos a Abraham, y los altares que fue estableciendo en todos los lugares en que peregrinaba, eran el testimonio de que era un siervo y que su Señor era Dios. Abraham únicamente dejó de establecer el altar cuando se apartó de la obediencia a su Señor-Dios.

La primera mención del "diezmo"
Con la Ley el diezmo será una práctica regulada explícitamente, aunque encontramos su primera mención en el capítulo 14 del libro del Génesis, en el "misterioso" pasaje del encuentro de Abraham con Melchîsedec. Después de ésta primera mención, no volveremos a encontrar dicha palabra hasta el libro de Levítico.
Mientras que la ofrenda, como acto de culto, hemos visto que iba dirigida a Dios en reconocimiento de su soberanía y de la sumisión a él del hombre; encontramos que el diezmo, como acto de culto, es entregado a un hombre, Melchîsedec.
La Escritura presenta a Melchîsedec como rey de Salem, y como "sacerdote del Dios alto". En la Biblia únicamente tenemos tenemos tres versículos que tratan sobre la realidad histórica de Melchîsedec, el resto de los textos que encontraremos en la Biblia sobre él se fundamentan en estos tres.
El reconocimiento del "Dios alto" era lo que unía a Abraham y Melquîsedec, el cual era sacerdote del Altísimo. La entrega que Abraham hace a Melquîsedec de los diezmos de todo lo que había recobrado de aquellos reyes que se había llevado a Lot y su familia, muestra que: a) Dios es Señor de todas las cosas que uno adquiere; b) los que sirven a Dios son dignos de recibir el diezmo que se debe a Dios.
Aquí encontramos la primera entrega a un hombre dedicado al servicio de Dios de recursos materiales, que a la luz de lo que consideraremos en la Ley parecería que habían de servir para proveer sus necesidades materiales, para poder seguir sirviendo a Dios.”

La Ofrenda en la Ley
No entraremos a considerar en detalle todo lo que la Ley enseña en relación a las ofrendas, pues excedería el propósito de éstas páginas. Nuestro objetivo es ver como la ofrenda fue considerada en ese tiempo, y se establecieron los principios generales que se proyectan más allá de la Ley.

Ofrendas para los sacrificios

Ofrendas para el mantenimiento de los que servían a Dios
El capítulo 18 del libro de Números recoge como Dios estableció la provisión para el mantenimiento de aquellos que se dedicaban a tiempo completo a la obra de Dios, en la dispensación de la Ley.
Los versículos 8 a 11 y 19, indican la parte de los sacrificios y de las ofendas voluntarias a Dios que los sacerdotes debían quedarse para cubrir sus necesidades y las de su familia.
Los versículos 12 a 18, 20 a 21 y 24, indican que también las primicias y los diezmos que se ofrendaban a Dios eran para los sacerdotes, como el salario de su ministerio en medio de Israel.
Todo lo anterior hace referencia a los beneficios que obtenían los sacerdotes y levitas por el trabajo que realizaban en las cosas del Señor. Ellos no tenían un territorio asignado como las otras tribus de Israel, ni tenían un salario fijo; Dios les proveía a través de sus hermanos, en la medida que estos presentaran sus ofrendas a Dios.
Hemos de hacer notas que los sacerdotes y levitas tenían la obligación de diezmar de aquello que recibían (Nm 18:26), para recordar y testificar que también lo que ellos recibía seguía siendo todo de Dios, y que ellos eran siervos de Dios que servían a su pueblo.
Ofrendas para el mantenimiento del Templo
Cuando el Tabernáculo se levantó en el desierto, se hizo en base a la abundante contribución que los hijos de Israel trajeron para este santo propósito, y fue tan grande la contribución que Moisés tuvo de pedir que no trajesen más (Éxodo 35:4-36:8).
Aquello fue una ofrenda especial, pero el mantenimiento del Tabernáculo primero, y del Templo después, requería una ofrenda repetida. En el primer capítulo del libro de Hageo se describe que en la época de la restauración Israel se olvidó de proveer para las necesidades del Templo, y cómo Dios les tuvo que enviar escasedad para que recordaran su responsabilidad para con Dios y su santuario.

Ayuda a favor de los necesitados
La Ley consideraba beneficiarios de los diezmos también a los extranjeros, los huérfanos y a las viudas, juntamente con los levitas, pues estos tres grupos de personas podían pasar necesidad debido a sus condición (Dt 14:28-29).
También se establecía que en el momento de la cosecha, todo lo que no se hubiera recogida en la primera pasada, quedara también para los extranjeros, los huérfanos y las viudas, para que recogiéndolo ellos tuvieran para atender sus necesidades básicas (Dt 24:17-22).
Todo lo que hemos mencionado eran ofrendas que se ofrecían a Dios, aunque los beneficiarios podían ser para los que servían a tiempo completo al Señor, el mantenimiento del Templo y su servicio, o los más necesitados de la sociedad israelita.

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